El cambiante entorno empresarial en que vivimos obliga al profesionista a ser un cuasi todologo, es decir, un licenciado en contaduría o contador público, además de ser un experto en su rama (conocimientos contables, fiscales, de auditoría, finanzas, costos, presupuestos, contraloría, etc.) debe lo mismo tener conocimientos administrativos y de gestión empresarial, como económicos, de mercadotecnia, derecho, producción, entre muchos otros, que resultan imprescindibles para el ejercicio de la profesión en el entorno competitivo global.
Si a lo anterior sumamos el tan competido mercado laboral, la crisis del valor-empleo y las crecientes tasas de desempleo que vive el mundo, el ser un profesionista integral se convierte en una condicionante para ser competitivo y contar con ventajas sobre el resto de los actores del entorno profesional. Lógico es pensar que una empresa no estará dispuesta a pagarle a 6 especialistas por hacer el mismo trabajo que 2 profesionistas integrales en el área de negocios podrían resolver.
A raíz de ello, me surgen varias preguntas ¿Estamos haciendo lo suficiente los profesionistas o futuros profesionistas para atender a las nuevas necesidades del mercado laboral y la actividad económica? ¿Los estudiantes invertimos el tiempo y el esfuerzo necesarios para nuestra formación integral? ¿Las universidades están respondiendo a éste nuevo modelo de competencia laboral? ¿Las empresas están dispuestas a pagar el valor del capital intelectual de un profesional integral? Y finalmente ¿El ser un profesionista integral permite un desarrollo empresarial y profesional más eficiente o una estrategia para reducir costos?
Cuestiones dignas de reflexionar.
ALFREDO COBOS
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